Dejó escrito, el maestro Eugeni D’Ors, que, en eso que se llama arte de la pintura, la expresión del sentimiento le corresponde al dolor: assignación que, en el mismo se cumple tanto en lo que
concierne
al empleo – significado de la materia como al texto – sea del
orden que fuere – que surgida de la mancha, menos – si es posible
– representativa, por pertencer al mundo de la supuesta abstracción
o al de la, no tan lejana, sugerencia.
Ha sido contemplando la obra de Maria Amaral la que me ha regresado, a la
memoria los – por mi aceptados – conceptos orsianos: reglas que
vienen a valorar la sensibilidad a la pintura. Y es que la obra de la artista
portuguesa – que acaba de pasar por Barcelona con una colección
de su saber hacer pictórico - reune por encima de otros, dibujo e incluso
la figuración – las condiciones y calidades que el sentimiento,
puesto en ejercicio, aporta.
Heredera, su pintura, del postimpresionismo-luz/color plenoairismo/subjetivación – también lo es de otros momentos grandes, de la recreación que le suceden: maneras que pueden apreciarse en la estructuración tintada, que hace, por cierto construtivismo o por el juego de formas en las que el color abandona, casi al acento, para hacerse su creencia. Ordem y liberdad, sentido de la liberdad, que, Maria Amaral cumple, em todas las salidas, de su hacer banados, por no decir fundidos – por la sensibilidad: descripción y juego de manchas que, confinados al binomio color/luz, ofrece, en los resultados, aquél indispensable sentido recreador con el que el artista completa su proyección visible o invisible presencia en las que la sensibilidad – como ocurre en su obra – alza su voz creadora.
- Francese Gali
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De la Asociación Internacional de Criticos de Arte, Barcelona, 1997